sábado, 25 de septiembre de 2010

EL PASTILLERO


De vez en cuando, me veo en la obligación de recordar que mis escritos son para ser leídos por personas mayores.
Porque yo hace tiempo que me convencí que, los jóvenes de ahora, no hablan el mismo lenguaje que nosotros. Ni sus ideas coinciden con las nuestras. Que muchas formas de entender ellos la vida, son muy difíciles de entender por nosotros, los mayores..Los de la tercera. Tercera edad a la que yo, orgullosamente pertenezco. Mal que me pese
.
Pero es que hoy, este " pastillero" está terminantemente prohibido su lectura para menores de 65 años. Ni tan siquiera echarle una ojeada. Yo ya aviso.

El pastillero es un indicador de la salud humana. Como puede ser un termómetro o un medidor de tensión arterial. En menor escala, claro está, que una radiografía, un escáner o una biopsia.

El primer pastillero que se compra es pura vanidad. ¿Tengo que aclarar que un pastillero es la cajita para guardar las pastillas? No ¿verdad? Bueno. Pues no lo aclaro.

El primero suele ser un primor, mirando más el modelo que la eficacia. Suele ser de plata o cosa parecida y a veces, una piedrecilla falsa lo decora. Los hay en el mercado para todos los gustos y cada cual elige el que más le gusta.

Pasados unos días, te encuentras con que no caben más que dos o tres aspirinas y un nolotil.

Lo cierto es que tú lo compraste para lucirte con él. Ese...” ¿Quieres un paracetamol? Yo llevo.” Y a fardar con el lindo pastillero
.
Por cierto, decir paracetamol queda más elegante que decir aspirina. Más a juego con el pastillero. Y más culto
.
Pero... ¡ay! ,llega el tiempo en el que el lindo pastillero se te está quedando pequeño. La de después de cenar. Esa para el ardor de estómago producido por una cena copiosa .La otra que te permita conciliar el sueño, después de una tertulia agitada con tus amigos, hablando de política local.

Sigues con el pastillero en el bolso, pero le añades, estuchadas, las que sabes que vas a necesitar. Que ya no caben en la preciosa cajita

El pastillero ya, muchas veces, se quedó en el otro bolso.

Cuando con el tiempo, las varias pastillas se van haciendo inexcusablemente necesarias, es cuando buscas un pastillero más eficaz.
Ya no lleva piedrecilla falsa y no suele ser de plata. Pero es muy capaz.

Como las salidas van siendo cada vez menos frecuentes, es el momento de guardar las grageas. (Las grageas son como las pastillas, pero se llaman grageas para que quede más fino)
Este es el momento de guardarlas en casa.

Tienes que buscar un sitio cómodo. Que estén a mano .Y sobre todo, que no se te olvide donde las pusiste.

Pero hay una nueva fase en la vida del pastillero. Es cuando tienes que tomar, necesariamente, más de cuatro al día y a diferentes horas.

Y ahí los tienes, a los hombres de ciencia, a esos seres inteligentes que están en todo, que no se les escapa una, inventando unas cajitas con la hora y el producto que ha de tomar el usuario. (El usuario es el que necesita tomar las pastillas)

Las del dolor en las articulaciones. Una al día D.D. (Esto me lo he inventado yo y quiere decir después del desayuno). Doce mañana la de la tensión arterial. La dos de hacer bien la digestión evitando gases molestos .A .C. ¡Claro, ya sabéis que quiere decir, antes de las comidas, pero yo ya os había puesto en la pista. Y por último la antioxidante
. ¡Vivir para ver! Ahora también los humanos nos oxidamos. Como las paelleras y las planchas antiguas.

En esta etapa, ni buscas la cajita de la piedra falsa. Igual la perdiste al cambiar de bolso. Pero ya no te importa.

Hay una nueva fase, un nuevo paso. Este por cierto un poco más triste, en el cual ya no usas el dichoso pastillero. Alguien lo usa ya por y para ti. Ya no se fían del trisque pedrisque que puedes ocasionar al equivocarte en las tomas y... sobre todo, los desastres que les puedes ocasionar a los que te cuidan..

Y aquí entra la peruana.
La peruana es como el pastillero, pero con muchos más usos.
Es la que te saca de paseo. Esos paseos cortos y reposados de las personas mayores. La que te ayuda a ponerte los zapatos, que se han quedado lejísimos. La que te abrocha ese botón al que no llegas .La que te da las pastillas a sus horas y, sobre todas las cosas, la que te hace compañía durante esas largas noches en las que no puedes conciliar el sueño. Porque el sueño no se duerme. Se concilia. O no se concilia. Según.

Pero todo esto es así y así hay que tomarlo. No le añadamos tristeza a este proceso, puesto que, la alternativa, la contrapartida de no vivir estas fases... A esa si que no hay manera de echarle humor ni alegría. Ni por esas...

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